Las imágenes de Chuando Tan, el hombre de casi 60 años atrapado en una apariencia de 25, funcionan como un test de Rorschach cultural. Medios como Infobae, Diario AS y la propia entrevista recogida por Men’s Health desglosan la lista de la compra de su “éxito”: seis huevos, natación, cero alcohol, disciplina férrea y sueño riguroso (1–3). Sin embargo, aplicando una mirada fotográfica crítica, la pregunta incómoda es otra: ¿qué queda fuera de este encuadre perfecto?
Lo que queda en la penumbra no es su dieta, sino el terror contemporáneo a la finitud. Bajo la pátina de inspiración y fuerza de voluntad late una neurosis colectiva: la creencia de que el envejecimiento es un fallo técnico que debe corregirse, y no un proceso existencial que debe ser habitado, tal como subrayaba ya la logoterapia de Viktor Frankl al vincular sufrimiento, límite y sentido (4).
De la existencia al proyecto técnico: el error óntico
La cultura del biohacking comete un error filosófico fundamental: confunde lo óntico (los entes, el colesterol, los telómeros, los marcadores) con lo ontológico (el ser, la existencia concreta de una persona). Nos susurra que el cuerpo es una máquina (cuerpo) que, con suficientes datos, suplementos y protocolos, puede ser casi eterna (1,2).
Pero el ser humano es Dasein, un “ser-ahí” cuyo modo propio de existir es ser temporal, finito, atravesado por la historia. Así pues, convertir el cuerpo en un proyecto de ingeniería sin fisuras es despojarlo de humanidad. Ya que, una vida no se mide por la ausencia de oxidación celular, sino por la densidad de su experiencia, algo que la tradición existencial y la propia obra de Frankl sitúan muy por encima de cualquier marcador biológico (4). Y, al obsesionarnos con optimizar el envase, corremos el riesgo de vaciar el contenido.
La disonancia cronológica: un rostro sin historia
A diferencia de otros millonarios del biohacking que caen de lleno en el “valle inquietante” descrito por Masahiro Mori —figuras casi humanas que provocan una extraña inquietud— (5), Chuando Tan perturba por lo contrario: su aparente naturalidad es anacrónica. Sabemos que roza los 60; la imagen insiste en mostrarnos a alguien de 25 años (1–3). Y esa brecha abre una disonancia cronológica difícil de digerir.
La piel no es solo tejido epitelial: es la frontera donde nuestra biografía contacta con el mundo. Un rostro de 60 años sin una sola línea de expresión es un mapa en blanco. Es estéticamente impecable, pero narrativamente mudo. No genera repulsión, sino vértigo existencial: al borrar las huellas del tiempo —arrugas, manchas, cicatrices— se borra también la evidencia de haber vivido; se sacrifica el ser por el parecer (4,5).
El vacío teleológico: ¿durar para qué?
Frankl fue quirúrgico: el sufrimiento es soportable si tiene sentido, pero incluso el placer y la “salud perfecta” se vuelven insoportables cuando carecen de propósito (4). La verdadera pregunta que flota sobre esta inversión masiva de energía vital no es “¿cómo lo hace?”, sino “¿para qué lo hace?”.
La extensión de la vida biológica sin una paralela profundización en el sentido es una condena. Un cuerpo de 25 años habitado por un espíritu que solo teme deteriorarse es una cárcel de oro. Desde la clínica existencial se sabe que la obsesión por la conservación no siempre es amor a la vida: muchas veces es un mecanismo defensivo ante un vacío interior que nadie se atreve a nombrar (3,4).
Justicia social: la injusticia semántica del “estilo de vida”
llegado este punto, conviene aplicar el filtro del contexto global para no caer en la frivolidad. El discurso del “si él puede, tú puedes” es una falacia cruel: envejece “bien” quien puede permitírselo. Los informes de la Comisión de la OMS sobre Determinantes Sociales de la Salud lo subrayan con contundencia: no envejecemos en el vacío, sino bajo el peso de desigualdades estructurales que condicionan alimentación, descanso y acceso a cuidados (6).
Mientras debatimos la estética de la longevidad, una parte del mundo sigue sin agua potable o antibióticos básicos. Hablar de “estilo de vida” como si todo dependiera de decisiones individuales culpabiliza a los cuerpos normales —desgastados por el trabajo, la precariedad y el cuidado de otros— por no parecer portadas de revista. La arruga, muchas veces, no es falta de cuidado; es la marca de la desigualdad (6).
Fenomenología del cuidado: la arruga como encuentro
Jean Watson y la ética del cuidado recuerdan que la sanación no reside en la perfección métrica, sino en la autenticidad de la presencia y en la capacidad de encontrarnos como personas vulnerables, no como objetos pulidos (7). Un cuerpo blindado contra el tiempo es también un cuerpo que se resiste a ser tocado por la vida.
Las arrugas y las cicatrices no son defectos de fabricación: son la cartografía de nuestros afectos. Son la prueba de que hemos amado, perdido, reído y cuidado. Desde una perspectiva clínica y filosófica, un rostro surcado por los años puede contener más verdad y salud mental que una máscara de eterna juventud que nunca se ha permitido la vulnerabilidad (4,7).
El encuadre final: preguntas radicales
Antes de cerrar esta pestaña y volver al scroll infinito de cuerpos imposibles, te invito a sostener la mirada ante estas preguntas incómodas:
¿Serías capaz de sobrevivir a tus propios hijos?
¿Querrías ver morir, uno a uno, a tus amigos y contemporáneos mientras tú permaneces estático en una juventud de museo?
¿Qué valor tiene un hígado de 20 años si tu vida emocional está esterilizada por el miedo a deteriorarte?
¿Y si el verdadero signo de salud mental no fuera parecer de 25, sino poder mirar tus arrugas sin vergüenza y decir: “Aquí he vivido”?
Tal vez el verdadero “biohacking” no consista en derrotar a la muerte —una batalla perdida de antemano—, sino reconciliarnos con la certeza de que somos finitos, de modo que, cuando llegue el final de unuestra existencia, no solo exhibamos buenos análisis, sino una existencia que haya valido la pena ser narrada (4,7).
Referencias
- Marinone B. “Eres lo que comes”: cuáles son las claves de la longevidad del influencer que tiene 58 años pero parece de 20. Infobae. 2024 ago 14. Fuente: https://www.infobae.com/tendencias/2024/08/14/eres-lo-que-comes-cuales-son-las-claves-de-la-longevidad-del-influencer-que-tiene-58-anos-pero-parece-de-20
- Redacción. Chuando Tan y su secreto de la eterna juventud: así es el influencer de 59 años que parece de 25. Diario AS. 2025 abr 30. Fuente: https://as.com/tikitakas/famosos/chuando-tan-y-su-secreto-de-la-eterna-juventud-asi-es-el-influencer-de-59-anos-que-parece-de-25-n
- Men’s Health España. Nadie le echaría más de 25 años pero lo cierto es que el fotógrafo Chuando Tan… [publicación en Facebook]. 2024 [citado 2025 dic 7]. Fuente: https://www.facebook.com/menshealth.es/posts/nadie-le-echar%C3%ADa-m%C3%A1s-de-25-a%C3%B1os-pero-lo-cierto-es-que-el-fot%C3%B3grafo-chuando-tan-h/865409828787011/
- Frankl VE. El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder; 2015.
- Mori M. The uncanny valley. Energy. 1970;7(4):33-35. Fuente: https://web.ics.purdue.edu/~drkelly/MoriTheUncannyValley1970.pdf
- Commission on Social Determinants of Health. Closing the gap in a generation: health equity through action on the social determinants of health. Geneva: World Health Organization; 2008. Fuente: https://www.who.int/publications/i/item/WHO-IER-CSDH-08.1
- Watson J. Nursing: The Philosophy and Science of Caring. Boston: Little, Brown; 1979. Fuente: https://www.upcolorado.com/excerpts/9780870819797.pdf
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