Más allá del síntoma: ¿qué nos sana de verdad?

En el mundo actual, la salud mental se ha convertido en una prioridad visible y legítima. Tenemos acceso a múltiples herramientas clínicas y terapéuticas: psicoterapia, psicofármacos, mindfulness, neurociencia aplicada, terapias conductuales. Todo ello representa un avance incuestionable y necesario. Sin embargo, cuando uno se sienta a acompañar de cerca el sufrimiento humano —como lo hace un enfermero o un terapeuta consciente— se da cuenta de que muchas veces, aunque el síntoma remita, queda un vacío sin nombrar.

Ese vacío no siempre responde a categorías diagnósticas ni a estructuras clínicas. Es más bien una falta de sentido, una pérdida de orientación, un quiebre interior que no se sana del todo con técnicas. Y es ahí donde emerge una dimensión a menudo ignorada: la espiritualidad.

No se trata de religiosidad necesariamente. Espiritualidad es aquello que conecta a la persona con lo esencial de sí misma y con algo mayor: el sentido, el propósito, la trascendencia. Puede manifestarse en la fe, sí, pero también en el arte, en la conexión con la naturaleza, en el silencio interior, en los vínculos profundos o incluso en la entrega a una vocación. Cuando esa dimensión está descuidada o herida, la sanación difícilmente es completa.

La dimensión espiritual en la práctica clínica

Como enfermero, he visto pacientes mejorar su salud emocional no cuando se eliminaban todos sus síntomas, sino cuando lograban integrar el dolor en una narrativa significativa. Pacientes que, tras años de sufrimiento, encontraban consuelo en una reconciliación con su pasado, en un reencuentro con su fe, o simplemente al conectar con un sentido vital que los sostenía.

He aprendido que hay veces en que no basta con tratar el síntoma. Hay que mirar más adentro.

En el ámbito clínico, esta visión ha sido reconocida progresivamente. La Organización Mundial de la Salud incluye la dimensión espiritual dentro de su definición de salud integral. Y disciplinas como la logoterapia, creada por Viktor Frankl, o la psicología humanista de Carl Rogers, han subrayado la importancia de esta dimensión como fuente de equilibrio, resiliencia y plenitud.

De hecho, en áreas como cuidados paliativos, salud mental, geriatría o enfermería comunitaria, valorar la espiritualidad no es un añadido, sino una necesidad. Dos pacientes con el mismo diagnóstico pueden evolucionar de forma radicalmente distinta según el tipo de vínculo que tengan con su red afectiva, su capacidad de perdón, su sentido de misión o su conexión espiritual.

Espiritualidad y resiliencia: una raíz invisible

Podemos entender la espiritualidad como una raíz profunda, muchas veces invisible, pero que sostiene el árbol completo del ser humano. Esa raíz nutre la esperanza, permite resistir las tormentas de la vida, y muchas veces sostiene incluso cuando todo lo demás parece fallar.

La espiritualidad no es un dogma, es una forma de estar en el mundo. Es la capacidad de preguntarse: ¿Qué sentido tiene mi sufrimiento? ¿Para qué sigo? ¿Dónde está el valor de lo vivido?

No es casualidad que muchas personas logren superar episodios traumáticos no sólo por intervención médica o psicológica, sino porque encuentran un “para qué” en medio del dolor. Lo decía Frankl:

“Quien tiene un porqué, puede soportar casi cualquier cómo.”

Estudios recientes en psicología positiva, cuidados espirituales y salud mental avalan que quienes tienen una vida espiritual activa —aunque no religiosa— presentan mayores niveles de resiliencia, gratitud, compasión, regulación emocional y bienestar subjetivo.

El valor de mirar hacia dentro

Sanar no es simplemente volver a un estado anterior, sino transformarse. Y esa transformación rara vez ocurre sin una revisión interna. Hay personas que comienzan a sanar verdaderamente no cuando empiezan a hacer cosas nuevas, sino cuando se detienen a mirar hacia dentro, a recordar, a entender, a perdonar, a reconciliarse con quienes fueron y con quienes son.

En mi experiencia, los grandes momentos de sanación ocurren en ese espacio íntimo donde el ser humano se atreve a estar consigo mismo. A veces ocurre en la habitación de un hospital. A veces en una caminata en soledad. A veces en medio de una conversación inesperada. Es ahí donde uno se reencuentra con su raíz más profunda.

Y esa raíz, en muchas ocasiones, es espiritual.

Reconciliarse por dentro

La espiritualidad no compite con la ciencia, la completa.

No es una alternativa a la terapia ni una negación de los fármacos. Es un plano diferente del ser que, cuando se descuida, deja vacíos difíciles de llenar. Y cuando se atiende, permite que la sanación sea no solo externa, sino profunda, integrada y humana.

Porque al final, sanar no siempre es curarse por fuera, sino reconciliarse por dentro.


Bibliografía

  1. Frankl, V. E. (2004). El hombre en busca de sentido. Herder. Obra fundacional de la logoterapia, donde Frankl explica cómo el sentido existencial influye directamente en la capacidad de supervivencia y sanación interior.
  2. Puchalski, C. M., et al. (2009). Improving the quality of spiritual care as a dimension of palliative care: the report of the Consensus Conference. Journal of Palliative Medicine, 12(10), 885–904. Documento clave que integra la espiritualidad como dimensión formal en la atención clínica, especialmente en cuidados paliativos.
  3. Koenig, H. G. (2012). Religion, spirituality, and health: the research and clinical implications. ISRN Psychiatry, 2012, 278730. Revisión de más de 3,000 estudios que exploran el impacto de la religión y espiritualidad en la salud física y mental.
  4. MacKinlay, E., & Trevitt, C. (2010). Living in Aged Care: Using Spiritual Reminiscence to Enhance Meaning in Life. Jessica Kingsley Publishers. Estudio en contextos geriátricos que muestra cómo la revisión espiritual ayuda a resignificar la vida y mejora el bienestar emocional.
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  7. De Diego-Cordero, R., Martín-Fernández, A., & Rodríguez-Torres, M. C. (2022). Spirituality and Mental Health: A Systematic Review of the Literature. Religions, 13(2), 161. Revisión sistemática reciente que relaciona espiritualidad con salud mental positiva, resiliencia y bienestar subjetivo.

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