Hablar de humanización en enfermería es volver al origen mismo de la profesión: al gesto sencillo de cuidar, de acompañar, de estar. En un tiempo donde la técnica avanza a pasos de gigante, el riesgo es olvidar lo esencial: que la persona enferma no es solo un cuerpo que necesita curas, sino también un ser que busca sentido. Y en el paciente crónico o en estado terminal, esa búsqueda se hace más intensa, más urgente, más necesaria.

La espiritualidad como refugio y horizonte

La espiritualidad no se reduce a prácticas religiosas. Es, ante todo, la vivencia íntima de conexión con lo trascendente, la necesidad de comprender por qué y para qué, de sostenerse en algo más grande cuando la enfermedad parece arrasar con todo. Para muchos pacientes, esta dimensión se convierte en una fuente de paz, resiliencia y esperanza frente a la fragilidad.

La evidencia lo confirma: incorporar la espiritualidad en la atención enfermera ayuda a disminuir la ansiedad, favorece la aceptación del proceso de enfermedad y potencia el vínculo terapéutico (1,2). No es un añadido opcional: es un recurso vital.

En mi propio Trabajo Fin de Grado en Enfermería, titulado “Humanizar los cuidados: dimensión espiritual del paciente crónico/terminal como recurso asistencial”, he constatado a través de una revisión sistemática que la atención espiritual ofrece beneficios reales y medibles. La espiritualidad se revela no como un lujo, sino como una necesidad clínica y humana que completa el cuidado integral.

Caminos para integrar la espiritualidad en la práctica enfermera

¿Cómo puede la enfermería acercarse a esta dimensión? No hay fórmulas rígidas, pero sí caminos que ya muestran eficacia y humanidad:

  • La escucha activa, que significa abrir un espacio genuino donde el paciente pueda hablar de sus miedos, su fe, sus dudas y esperanzas sin sentirse juzgado.
  • La Dignity Therapy, que permite rescatar la historia vital del paciente, devolverle protagonismo y reforzar su identidad frente a la amenaza del olvido.
  • La planificación anticipada de cuidados, que acompaña en la toma de decisiones respetando creencias, valores y deseos, garantizando que el final del camino no esté marcado solo por lo clínico, sino por lo humano.
  • La valoración de necesidades espirituales, con herramientas como el Spiritual Needs Questionnaire (SpNQ), que ayudan a identificar cómo lo espiritual influye en la calidad de vida y orientar así la atención enfermera.

La enfermería como arte de humanizar

El privilegio de la enfermería es la cercanía. Somos quienes estamos al lado del paciente cada día, quienes percibimos sus silencios y sus gestos más allá de lo que aparece en las gráficas clínicas. Esa cercanía nos convierte en agentes clave para liderar la humanización del cuidado.

Humanizar no significa añadir trabajo, sino dar profundidad a lo que ya hacemos: estar presentes, sostener una mano, respetar una oración, reconocer que la salud no es solo ausencia de enfermedad, sino presencia de sentido.

Cuando cuidar es acompañar el espíritu

Integrar la dimensión espiritual no es un lujo, ni un gesto accesorio. Es un acto de justicia con la persona que sufre. Reconocer que incluso en los últimos tramos de la vida hay dignidad, valor y trascendencia, es honrar la esencia de lo que significa cuidar.

La enfermería puede ser ese puente entre el miedo y la serenidad, entre el aislamiento y la compañía, entre la enfermedad y el sentido. Y es en ese instante donde el cuidado deja de ser solo técnico para convertirse en profundamente humano.


Referencias

  1. Puchalski CM, Ferrell B, Virani R, et al. Improving the quality of spiritual care as a dimension of palliative care. J Palliat Med. 2009;12(10):885-904.
  2. Balboni TA, Fitchett G, Handzo G, et al. Spirituality in serious illness and health. JAMA. 2017;318(15):1474-1484.



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