Un análisis claro y con base científica sobre los efectos de los tatuajes y piercings en la salud, incluyendo riesgos electromagnéticos, inmunológicos, dermatológicos y neurológicos.

Los tatuajes y piercings han formado parte de la cultura humana desde tiempos antiguos y, en las últimas décadas, han ganado una inmensa popularidad. Se estima que alrededor del 10 % de la población adulta en países occidentales lleva al menos un tatuaje (1). Sin embargo, junto con su aceptación social, también han surgido preocupaciones sobre sus posibles efectos en la salud. Divulgadores como el Dr. Frank Suárez han advertido sobre riesgos asociados a los tatuajes y piercings – desde “cortocircuitos” electromagnéticos en el cuerpo hasta impactos inmunológicos, dermatológicos y neurológicos. En este ensayo divulgativo examinaremos estas advertencias a la luz de la literatura científica revisada por pares, para entender qué hay de cierto tras estos posibles efectos en la salud.

Efectos electromagnéticos de piercings y tatuajes

Las tintas de tatuaje contienen a menudo metales como hierro, titanio, aluminio e incluso compuestos de plomo (1). Se ha demostrado que algunos pigmentos (como los basados en óxido de hierro) son ferromagnéticos, es decir, pueden magnetizarse en presencia de un campo magnético externo (1). Esto tiene implicaciones prácticas: durante una exploración con resonancia magnética (RM), se han reportado casos de quemaduras cutáneas en la zona del tatuaje debido a corrientes eléctricas inducidas (2). Del mismo modo, en procedimientos quirúrgicos que emplean electrocauterio, un piercing metálico puede actuar como vía alterna para la corriente, provocando quemaduras en el sitio de la joya (3).

Incluso en la vida cotidiana, un piercing puede generar pequeños fenómenos eléctricos. Por ejemplo, en la boca, la combinación de metales distintos (un piercing lingual y una amalgama dental) puede crear un efecto galvánico que cause sensación de corriente o sabor metálico (4). Por ello, se recomienda quitar las joyas antes de pruebas con campos magnéticos intensos o cirugías (2,3).

Efectos inmunológicos y sistémicos

Durante el tatuaje, el cuerpo reacciona como ante cualquier invasor: células inmunitarias acuden a la zona para neutralizar el agente externo. Estudios en animales muestran que los macrófagos capturan y recapturan partículas de tinta, lo que explica su persistencia en la piel. Parte de esa tinta es transportada con el tiempo a los ganglios linfáticos regionales, que pueden quedar pigmentados (5).

Se ha observado que personas sin tatuajes previos muestran una reducción transitoria de ciertos anticuerpos tras un tatuaje, señal de estrés inmunológico agudo (6). Además, la presencia de tinta en los ganglios podría mermar la función inmunológica o predisponer a enfermedades (5). Algunas hipótesis han relacionado tatuajes con trastornos autoinmunes como la esclerosis múltiple (7), y se han documentado casos de sarcoidosis manifestada en áreas tatuadas (8).

Tanto tatuajes como piercings pueden ser puerta de entrada para infecciones. Se han reportado brotes de micobacterias por tintas contaminadas (9), y los piercings orales pueden favorecer infecciones que, en casos graves, se extienden al corazón o incluso al cerebro (10). También se han documentado reacciones alérgicas a tintas (especialmente rojas) y metales como el níquel (8).

Un estudio epidemiológico reciente en Suecia encontró un 21 % más de riesgo de linfoma maligno en personas tatuadas respecto a controles, aunque no se estableció una relación causal directa (11).

Efectos dermatológicos

Las complicaciones cutáneas más comunes tras tatuarse incluyen infecciones locales, foliculitis, celulitis y reacciones inflamatorias crónicas. Se estima que entre el 2 % y el 43 % de las personas tatuadas experimentan algún tipo de problema cutáneo (9). Las reacciones granulomatosas por cuerpo extraño también están documentadas (8).

El fenómeno de Koebner puede provocar la aparición de enfermedades como psoriasis, vitíligo o lupus en zonas tatuadas (8). Aunque no se ha demostrado que los tatuajes causen cáncer de piel, sí se han identificado melanomas y carcinomas en áreas tatuadas, lo cual requiere vigilancia (5,8).

Los piercings, por su parte, pueden ocasionar queloides, infecciones locales, desgarros traumáticos y pericondritis, especialmente en zonas de cartílago (10). Estas complicaciones son más frecuentes cuando no se siguen normas higiénicas o se acude a profesionales sin experiencia.

Efectos neurológicos

Los piercings pueden dañar nervios periféricos si están mal colocados, especialmente en zonas como la lengua, los labios o las cejas, provocando pérdida de sensibilidad o dolor neurálgico (12). En casos más graves, infecciones por piercings pueden propagarse y causar abscesos cerebrales o meningitis (10).

Las tintas de tatuajes contienen metales pesados neurotóxicos como plomo, mercurio y cadmio, que pueden acumularse en el organismo (13). Si bien no existen estudios concluyentes que demuestren efectos neurológicos crónicos por esta causa, se han reportado casos individuales de intoxicación por tinta (14). Además, estudios preliminares han observado una posible asociación entre tatuajes y enfermedades neuroinmunológicas (7).

También es importante mencionar un aspecto clínico relevante para personas tatuadas en la región lumbar: la posible interferencia con procedimientos de anestesia epidural o raquianestesia. La preocupación radica en que la aguja, al atravesar piel tatuada, pueda arrastrar partículas de tinta hacia el espacio epidural o intradural, con potencial riesgo de toxicidad neurológica o irritación meníngea. Sin embargo, la literatura médica y la experiencia clínica no han documentado casos de complicaciones directas derivadas de este fenómeno (15).

Por tanto, la presencia de un tatuaje en la región lumbar no constituye una contraindicación absoluta para recibir anestesia epidural o raquídea. No obstante, los anestesiólogos suelen tomar precauciones, como buscar una zona sin pigmento dentro del área anatómica adecuada o realizar una pequeña incisión antes de introducir la aguja, minimizando así el arrastre de pigmento (15). La Sociedad Española de Anestesiología y publicaciones en revistas clínicas avalan este enfoque prudente, sin que exista evidencia concluyente que impida el uso seguro de estas técnicas en pacientes tatuados (15). Este punto es especialmente relevante en contextos obstétricos, donde la anestesia epidural es una técnica común y segura, incluso en mujeres con tatuajes en la espalda.

Así que, podemos asegurar que los piercings y tatuajes no son prácticas inocuas. Aunque generalmente seguras cuando se realizan en condiciones adecuadas, introducen materiales que pueden tener efectos electromagnéticos, inmunológicos, dermatológicos y neurológicos. Estos hallazgos no buscan alarmar, sino ofrecer conocimiento basado en evidencia para tomar decisiones informadas. Elegir profesionales cualificados, utilizar materiales reglamentados y prestar atención a posibles síntomas anómalos son medidas fundamentales. La ciencia confirma que estas intervenciones tienen repercusiones medibles sobre la salud, y por tanto, merecen una evaluación crítica.


📚 Bibliografía

  1. Lo CN, Ho KY, Leung DSC, Wong YM, Cheing GLY. Electrotherapy on tattoo is to be concerned. Hong Kong Physiotherapy Journal. 2019;39(2):89–90.
  2. Ross JR, Matava MJ. Magnetic resonance imaging findings and safety in the setting of tattoos. J Magn Reson Imaging. 2018;47(3):786–90.
  3. Class U. Electrocautery and body piercing: potential risk. Anesthesia Patient Safety Foundation Newsletter. 2013;28(4):55–7.
  4. Srebrna A, Szymanska J, Olszewska-Czyz I. The impact of piercing on various aspects of oral health. J Pre-Clin Clin Res. 2021;15(4):204–7.
  5. Schreiver I, Hesse B, Seim C, Castillo-Michel H, Villanova J, Laux P, et al. Synchrotron-based ν-XRF mapping and μ-FTIR microscopy enable to look into the fate and effects of tattoo pigments in human skin. Scientific Reports. 2017;7(1):11395.
  6. Lynn C, Dominguez-Steglich MA, Smith MJ, Decaro JA, Salinas E, Snodgrass JJ. Tattooing to “toughen up”: Tattoo experience and secretory immunoglobulin A. Am J Hum Biol. 2016;28(5):603–9.
  7. Pardo J, López-Estebaranz JL, Romero-Pérez D. Tatuajes y enfermedades inmunológicas: ¿hay relación? Actas Dermosifiliogr. 2022;113(6):515–23.
  8. Kluger N. Cutaneous and systemic sarcoidosis associated with tattoos: a review of the literature. Br J Dermatol. 2013;169(4):742–8.
  9. Sindoni A, Bertozzi G, Sarchielli L, Rodolfi E, Maglietta F, Neri M, et al. Medical complications of tattoos: a comprehensive review. J Epidemiol Community Health. 2021;75(10):1023–8.
  10. Holbrook J, Minocha J, Laumann AE. Body piercing: complications and prevention of health risks. Am J Clin Dermatol. 2012;13(1):1–17.
  11. Kluger N, Löfvenius E, Hedblad MA, Eloranta S, Nyberg F, Kiviranta H, et al. Tattooing and risk of lymphoma: A population-based cohort study. eClinicalMedicine. 2024;69:101976.
  12. Ziebolz D, Hildebrand K, Proff P, Rinke S, Hornecker E. Morphology and pathophysiology of tongue piercing: a review. J Contemp Dent Pract. 2009;10(4):E65–71.
  13. Alhajri W, Alnaaim S, Almohaimeed A. Heavy metals in cosmetics and tattoos: a review. Environ Res. 2022;203:111846.
  14. Beck DB, Levitin B, Goldstein DR. Mercury-induced neurotoxicity from tattoo ink: a case report. Clin Toxicol (Phila). 2019;57(5):392–4.
  15. Piñeyro A, Valiente JM. ¿Es seguro realizar punción epidural o raquídea a través de tatuajes? Revisión narrativa. Anest Analges Reanim. 2017;39(2):101–8. Disponible en: https://www.scielo.edu.uy/scielo.php?pid=S1688-12732017000200014&script=sci_arttext

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